domingo, 9 de junio de 2013

Nunca tuve buena memoria, pero esa imagen se ha quedado grabada en mi mente y la conservo como se conservan las cosas más valiosas.


   Fue en aquel viaje por trabajo que hice a Barcelona, yo no conocía allí a nadie, así que tú te ofreciste a llevarme de tu mano, salimos, bailamos, gritamos y cantamos hasta desgarrar la voz; borrachas llegamos a tu casa, yo estaba exhausta deseando dormirme pero tú comenzaste a preguntarme, empezamos a hablar de cine y a filosofar desnudando y sacándole las tripas a muchas de nuestras películas favoritas, fue en ese momento cuando por primera vez en toda mi vida me callé y dejé de intentar exponer mis ideas por encima. Me quedé mirándote, tus palabras me habían atrapado, me envolvían. 

   Aquel momento, era perfecto, el sol frío del amanecer entrando lentamente e inundando tu habitación de un sutil color dorado, tú me mirabas fijamente sin parar de hablar, y el tiempo iba despacio y yo gozaba con cada gesto como una niña corriendo por los charcos, sin dejar de hablar tu cogías un cigarrillo y lo llevabas a tus labios lentamente, era casi poesía, nunca tuve buena memoria, pero ahí hipnotizada con tus ojos, con tus palabras supe que tenia que regalarte mis cinco sentidos para que por siempre quedaras grabada en algún rincón de mi memoria.




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