martes, 18 de junio de 2013

Adiós (conversación conmigo misma).

 -Creo que no podría vivir sin ti.
 -Te entiendo, a mi me pasa lo mismo con la música.
 -Sabes lo frustrante que llega a ser que cada vez que intento decir algo tu aplastes mis ilusiones, a veces me miras de ese modo en que tu miras.
 -¿Que modo?, ¿de que estas hablando?.
 -Sí, sabes perfectamente a lo que me refiero, te quedas mirando fijamente con esos ojos casi transparentes, y es en ese momento cuando todo a mi alrededor se desvanece, el suelo se arrastra bajo mis pies y de pronto te siento tan cerca, es como si ardieras en deseo de poseerme, como si quisieras decir algo pero no lo haces, nunca lo haces, solo te dedicas a tratar a las personas como si tú fueras la diosa y los demás seres inferiores que no merecen todos tus respetos, y no es así, no lo eres. Vas por la vida mirando a todo el mundo desde arriba, pero, sorpresa, yo te conozco y tú lo sabes, y creo que eres de las que huyen cuando alguien empieza a abrir tus puertas pero por algún motivo no quieres desprenderte de mi.
 -Y todo eso eres capaz de verlo en una mirada.
 -Sí, todo eso y mucho más, veo como tus ojos se me clavan y no puedes negar quien eres, no puedes negar que sientes, hasta tal punto en que toda esa gruesa capa de hielo empieza a derretirse lentamente. Mira déjalo, mejor me marcho, ya me cansé de tratar descifrarte, ya me cansé de intentarlo, creía que podía, creía que podía abrirte en dos y que me dieras todos tus secretos, pero me estoy dando cuenta de que solo eres una niña asustada dentro de un cuerpo de mujer, vacía, sin nada, actuando un papel que eligió pensando que esto es una obra de teatro y todos tienen que hacer su función. Creo que empiezo a entenderlo todo, esos ojos no mienten, me estás
dando la razón, adiós.
-Adiós.

Y se marchó, cerró la puerta tras de si y me dejó allí sentada sobre la mesa, desnuda, mirando mi habitación vacía como si todo formara parte de un siniestro cuadro surrealista.


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